PRÓLOGO
María del Carmen Ariet García
Centro de Estudios Che Guevara
La publicación simultánea de trabajos tan notorios y a la vez tan peculiares del actuar y el pensar de Che, como los que se presentan al lector en este libro, no obedece sólo a un interés editorial, sino sustancialmente al propósito de sistematizar un conjunto de ideas, que desde el contenido de las mismas, permitan relacionar temáticas y objetivos comunes, además de establecer una continuidad con discursos y trabajos anteriores, muchos de los cuales fueron desarrollados en contextos diferentes, pero que sin embargo perseguían propósitos similares, dentro de la congruencia y coherencia abarcadora que determinan el ideario revolucionario de Che, en lo filosófico, lo sociopolítico y lo económico.
La lectura detallada de estos trabajos nos acercan a una fase teórica concluyente, no sólo por ser premisa de su etapa internacionalista, sino sobre todo porque conforma la culminación de un método de trabajo, donde se asume lo teórico para alcanzar soluciones a problemas concretos a través de una práctica política consecuente, por medio de un proceso ascendente, apartado de lo apologético y lo dogmático y marcado por una ética revolucionaria, humanista y marxista, que lo llevan a ser “un adelantado” en su época, haciendo que sus ideas y su lucha mantengan una total vigencia en la actual perspectiva de justicia global.
Che, pensador marxista de la praxis, se propuso en el transcurso de ese período, la tarea de generalizar y sistematizar una experiencia revolucionaria, que como la de Cuba, sirviera a la futura revolución tercermundista, combinando además, la acción transformadora en que se vio inmerso en su condición de dirigente. Esas fuentes testimoniales —discursos, conferencias, ensayos, artículos, charlas televisadas, mensajes, cartas, entre otros— son la expresión verdadera de las relaciones que existieron entre sus actuaciones cotidianas y sus objetivos finales y donde la teoría que emerge se convierte en un instrumento viable para el movimiento revolucionario y para la consecución de la emancipación plena de la humanidad.
La óptica con que estamos obligados a estudiar la trascendencia del pensamiento de Che, no puede apartarnos del contexto histórico en que muchas de esas ideas fueron formuladas, por lo peculiar y emblemático que tuvo la década del 60, época valorada como “de rebelión trascendente entre los dos poderes de dominación existentes” y por la fuerza y predominio que tienen algunas de esas manifestaciones, de las cuales, y quizás las más significativas, ocurrieron desde el Tercer Mundo occidental, signadas por el advenimiento de la Revolución cubana y su marcada influencia en todo movimiento revolucionario que se producía en esa época.
Sin excluir el significado histórico y la repercusión que tuvo, para toda una generación, la desaparición física de Che, en octubre de 1967, unido a la fuerza que irradiaba de su ejemplo, como expresara el Premio Nobel de Literatura, José Saramago, al remembrar que “al Portugal infeliz y amordazado de Salazar y de Caetano llegó un día el retrato clandestino de Ernesto Che Guevara, el más célebre de todos, aquel hecho con manchas fuertes de negro y rojo, que se convirtió en la imagen universal de los sueños revolucionarios del mundo.”
Es innegable, que asumir el estudio de una época compromete a desglosar los hechos acaecidos, pero sin perder de vista que se van a asumir desde las actuales posiciones, con toda la carga positiva o negativa que esto conlleva.
Sin embargo, lo determinante en estas circunstancias, es que a pesar del viraje histórico que se ha producido con la desaparición del sistema socialista, el pensamiento y ejemplo de Che se levantan como fuerzas compulsivas para tratar de alcanzar el camino que permitiría restablecer la continuidad del verdadero socialismo revolucionario, a través de la plena liberación nacional, lograda mediante un proyecto consecuente de cambio.
Entender lo anterior, permite ver con más objetividad, el porqué el discurso pronunciado en Argelia el 24 de febrero de 1965, con motivo de efectuarse el Seminario Económico Afroasiático, marca una etapa, que para los detractores de su pensamiento es considerada como de ruptura con la Revolución Cubana, cuando en realidad, parte de lo manifestado no sólo está contenido en pronunciamientos anteriores, sino que además reitera, con igual finalidad, la naturaleza del capitalismo y la lucha revolucionaria, la que se encargaría de dar paso al surgimiento y desarrollo de sociedades nuevas, socialistas por demás.
Explicar la
necesidad de escribir un trabajo como “El Socialismo y el hombre en Cuba,” la histórica carta enviada al periodista uruguayo Anibal Quijano, director del semanario
Marcha, para su publicación, en marzo de 1965, apenas a días de haber pronunciado el discurso en Argelia y ante la inminencia de su incorporación a la lucha revolucionaria en el Congo, puede dar una clave exacta de esa
necesidad, entre otros cosas, porque siente la obligación de sistematizar sus concepciones sobre la realidad de la Revolución Cubana, sus experiencias y la importancia de ellas para el futuro de los países, que como Cuba, aspiraban a un cambio profundo en sus sociedades y por qué no, también alertar de fallas e incongruencias que se estaban produciendo en los países socialistas, en alguno de los condicionamientos económicos y políticos que se asumían en el proceso de construcción socialista.
El conocido “Mensaje a la Tricontinental,” publicado por primera vez el 16 de abril de 1967 en circunstancias diferentes a los primeros, pues ya Che se encontraba luchando en tierras bolivianas, pudiera parecer un trabajo fuera del contexto de estos, sin embargo, forma una continuidad en cuanto a principios conceptuales, sólo que enmarcado dentro de los parámetros de la lucha, al construir un análisis con valoraciones más precisas del dilema en que se debatía el mundo de la época, lleno de contradicciones e incongruencias, además, de explicitar minuciosamente, la táctica y la estrategia que debía seguir el mundo subdesarrollado, en la lucha revolucionaria.
Si se estudia detalladamente el contenido de cada uno de los textos, se puede afirmar que los mismos condensan los basamentos filosóficos, económicos, políticos y táctico — estratégicos, destinados a abrir las puertas definitivas a la revolución tricontinental, con un sentido histórico más que inmediato y donde están presentes, además, los fundamentos que conforman un proyecto, que en el caso de Che comenzó siendo individual, en sus primeras preocupaciones juveniles y que derivó en un proyecto colectivo, cuando decidió incorporarse a la lucha revolucionaria en Cuba y más tarde extenderlo a otras “tierras del mundo.”
En un análisis como el que nos ocupa, es imprescindible insistir en que el resultado de ese desarrollo intelectual se concretó a través de una práctica política consecuente con sus ideales, y que es asumido como un método efectivo para resolver problemas concretos. En ese ascenso, están presentes pautas que conforman su sistema de pensamiento y su modo consecuente de actuar, centradas todas en una fuerte carga humanista; pautas que lo llevan primero a un latinoamericanismo, a través del cual siente la necesidad de profundizar en el marxismo, acompañado de una postura francamente antimperialista, que lo conducen a la Revolución Cubana primero, para más tarde llegar a sus concepciones tercermundistas, apoyadas en una ética revolucionaria como arma de combate y aliento espiritual del hombre para alcanzar su liberación.
Ese sustrato ético, tan singular de su teoría y práctica, es la base de la repercusión de su ideario en el mundo actual y lo que le da su perspectiva global más allá de lo cotidiano, convirtiéndolo en un teórico de su tiempo…
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